Museo Nacional Picasso-París
© Sucesión Picasso, VEGAP, Madrid, 2023
Durante el verano de 1936, Picasso se retiró a la idílica Costa Azul. Las obras de esta época pueden leerse en clave biográfica reflejando en ellas sus complicadas relaciones personales. Entre estas relaciones, la figura de Dora Maar, una fotógrafa yugoslava, fue crucial tanto en lo profesional como en lo personal, lo que atestigua el Retrato de Dora Maar (1937) de este periodo.
La elección de Maar como modelo revela una dualidad en la vida amorosa y artística de Picasso. La obra, ejecutada en la misma época que los retratos de Marie-Thérèse Walter, presenta el carácter tan distinto de ambas: donde Walters es fresca y despreocupada, Maar es sofisticada.
El cuadro muestra a Dora Maar con una extraordinaria elegancia. Su vestimenta, una blusa negra ornamentada y una falda roja a cuadros, refuerza su sofisticación. Los tonos pastel de su piel, iluminados con toques de amarillo canario y colorete, suavizan la aparente complejidad de la representación facial. La atención a los detalles, como las uñas esmaltadas, el pendiente y la intensidad de los colores, revela la destreza técnica de Picasso y su capacidad para plasmar la elegancia y personalidad fuerte e independiente de Maar.
El retrato de Maar sentada es una formula recurrente en muchas de sus otras piezas. El gesto relajado de la fotógrafa y amiga, que apoya la mano en la mejilla, añade una dimensión moderna a la composición.
Picasso aborda en esta obra clásica un lenguaje cubista, descomponiendo el rostro de Maar en ángulos y líneas discontinuas. A través de este retrato, Picasso no solo captura la apariencia física de Dora Maar, sino que también revela su complejidad psicológica, utilizando las herramientas del cubismo para expresar más allá de la realidad superficial.
Fuentes :
Musée national Picasso-París: