Emmanuel Guigon nació hace 64 años en Morteau, un pequeño pueblo de la frontera francosuiza en la que abundan los relojeros, un oficio de gran tradición en su familia y que requiere una meticulosidad y concentración extraordinarias. El mayor de dos hermanos se decantó desde muy joven por el ámbito académico y artístico, un mundo al que ha aplicado su amor a la investigación y a las bondades de compartir el conocimiento. Vinculado a los museos españoles desde hace más de 30 años, dirige el Picasso de Barcelona desde 2016, un contrato que se prolongará hasta 2026.
El cierre de un año dedicado a conmemorar medio siglo de la muerte del pintor le ha dejado un dulce sabor porque cree que se ha multiplicado la conversación sobre el artista y porque en el museo barcelonés se han celebrado dos de las exposiciones más valoradas por la crítica y el público. La primera estuvo dedicada a Daniel-Henry Kahnweiler, el marchante y editor de Picasso. La segunda es Miró-Picasso, un repaso a la amistad entre ambos que se puede ver hasta el 25 de febrero en el Museo Picasso y en la Fundación Miró. En su despacho del palacio de la calle Montcada, en el barrio de la Rivera, entre mesas atestadas de libros y papeles, Guigon hace un balance del año, habla de las diferencias entre los museos Picasso y de cómo intensificar el aprendizaje sobre la obra del malagueño.
Pregunta: ¿50 exposiciones han sido demasiadas?
Respuesta: En absoluto. Lo único que no nos podíamos permitir era dar una visión aburrida de Picasso. Y eso no se ha producido. 50 exposiciones pueden parecer muchas, pero ha sido un homenaje internacional en el que se ha podido conocer un poco mejor su obra y esa era nuestra función.
P. ¿Alguna le ha chirriado?
R. Puede. Pero no diré cual. Hay proyectos que pueden ser interesantes sobre el papel y no funcionan. Solo reconocería algo negativo si hubiera ocurrido en este museo, pero no ha sido así.
P. ¿Qué es lo mejor que se ha podido ver en este año Picasso?
R. Muchas cosas. Me han gustado la de 1906 en el Reina Sofía; la de Picasso escultor, en Málaga; Picasso y el Greco, en Basilea. La de Miró-Picasso está siendo un éxito enorme y quedan meses por delante. Pero yo creo que la que dedicamos a su marchante, Kahnweiler, tuvo una repercusión muy grande.
P. Puede que ayudara la presencia en la inauguración de Emmanuel Macron y Pedro Sánchez. ¿Percibió que los dos políticos conocieran la obra de Picasso?
R. Ambos son dos personas muy cultas. Y le añado que Pedro Sánchez me hizo durante el recorrido numerosas preguntas que evidenciaban interés y conocimiento por lo que estaba viendo.
P. ¿Bajará la intensidad de exposiciones dedicadas a Picasso una vez concluido el aniversario?
R. Picasso no agota nunca. Fue tan innovador, tan productivo y longevo que quedan muchísimas cosas por disfrutar. Al público le encanta descubrir nuevas perspectivas. Le cuento que una de las exposiciones realizadas por nosotros fue La cocina de Picasso, en 2018. La comisarié yo con asesoramiento de Ferran Adrià. A partir de su mundo gastronómico nos adentramos en su obra de manera muy sencilla. También entramos en sus archivos personales porque, gracias a que él guardaba todas las notas y facturas, supimos lo que comía, con qué frecuencia e incluso cómo se cocinaba en su casa. Sigue habiendo un apetito feroz por todo lo que tenga que ver con Picasso. Hemos recuperado las cifras anteriores a la pandemia y, a punto de cerrar el año, puedo decir que hemos llegado al millón de visitas y un 16% (147.371 personas) viene de Barceona. En 2011, por ejemplo, el visitante local suponía un 2%.
P. En el arranque del año Picasso se habló mucho sobre la misoginia del artista. Hubo incluso quienes le acusaron de maltratador y reclamaron que se le cancelara. ¿Qué opina de ello?
R. Yo soy un investigador y solo trabajo sobre certezas. Sabemos a ciencia cierta que era mujeriego. Sedujo y fue seducido en muchísimas ocasiones. ¿Maltratador? No me consta. Físicamente, no tengo dudas de que no agredió a ninguna. Psicológicamente, pudo ser.
P. Su nieta Marina Picasso publicó un libro en el que acusaba al abuelo de misógino. En cambio, su hija Paloma Picasso ha repetido en incontables ocasiones que jamás vivió ninguna escena de maltrato y que su padre era un hombre muy tierno. ¿Con qué versión nos quedamos?
R. Insisto en que debemos de buscar certezas. La gente habla de su experiencia, pero también de sus intereses. Hay que hablar siempre con mucho respeto.
P. ¿Cuál es la diferencia entre los distintos museos Picasso? ¿Qué relación hay entre ustedes?
R. Este museo es el que Picasso hubiera querido porque está hecho con las obras que donó a la ciudad. El Picasso de París, de carácter nacional, tiene una colección procedente del pago de impuestos de los herederos del artista. El de Málaga arranca de un acuerdo con Christine Ruiz-Picasso, nuera del artista y madre de Bernard Picasso. Luego están las grandes colecciones Picasso en museos como el MoMA o el Reina Sofía. Y también pequeños centros Picasso como el de Gósol o el de Buitrago que me interesan mucho porque recogen información muy directa y personal del artista. Pero legalmente no hay vinculación entre nosotros.
P. ¿Por qué dice que este es el museo que él más quería?
R. Puedo decir que Pablo Picasso nació como artista en Barcelona. Vivió aquí con su familia desde los 14 años hasta los 16. Volvió en numerosas ocasiones. Aquí se formó e hizo sus amistades más determinantes. Su primer gran regalo a la ciudad, la piedra sobre la que se construye nuestra colección, es el Arlequín (1917) y la donó en 1919. Después de la muerte de su hermana Lola en 1958, a los 74 años, Pablo mandó entonces hacer un inventario y decidió que un millar de obras fuera para el municipio. El segundo gran conjunto, unas 800, lo dejó en herencia en 1968 su gran amigo y secretario personal Jaume Sabartés.
P. Las vanguardias históricas y el surrealismo son los temas sobre los que más trabajó antes de llegar a este museo.
R. Son dos campos de investigación sobre los que he trabajado mucho. En 2024 se celebra el centenario del manifiesto de Breton y creo que se van a ver grandes cosas en todo el mundo, pero especialmente en Francia.
P. ¿Qué planes inmediatos tiene para este museo?
R. Vamos a darle una vuelta a la colección permanente y tenemos en marcha exposiciones temporales muy atractivas y volcadas en la Barcelona que él conoció: Joan Gaspar, su galerista en Barcelona; Fernande Olivier, su primera relación calificable de oficial; catalanes en París a través de las generaciones de 1889 y 1914 y una revisión fotográfica de la Barcelona que han retratado Bernard Plossu y Pilar Aymerich.
P. No menciona ningún proyecto de exposición virtual.
R. No. No las condeno, pero entiendo que son un espectáculo aparte. Si quieres conocer el arte, lo mejor es contemplar la obra. Un museo está para compartir las emociones que te produce la obra de arte y desde aquí nos vamos a volcar en nuestra ciudad y en nuestro barrio. No queremos ser un gueto para turistas ni competir a base de excentricidades. Lo nuestro es Picasso.
P. ¿Se arrepiente de no haber seguido los pasos de su padre en el mundo de los relojes?
R. Soy conocido por mi gusto y rapidez para montar una exposición. Sé perfectamente dónde tiene que ir cada pieza. Puede que ahí esté mi poso de relojero suizo.