Musée national Picasso-Paris
© Sucesión Picasso, VEGAP, Madrid, 2023
La obra de Pablo Picasso siempre abarcó una amplia variedad de estilos, temas y técnicas. Durante la década de 1940, la Segunda Guerra Mundial generó en Picasso, y en otros artistas, un deseo de renovación en sus creaciones. Entre los años 30 y 40 el malagueño estableció una estrecha amistad con el escultor Alberto Giacometti, y ambos artistas se dedicaron a explorar temas relacionados con la vida cotidiana, como los animales y, en concreto, las cabras.
Más adelante, en 1948, Picasso se mudó a Vallauris, un pueblo en el sureste de Francia conocido por su tradición cerámica. En esta etapa de su vida, el artista deseaba alejarse de París y sumergirse en la tranquilidad de la costa mediterránea. Fue allí donde conoció a Suzanne y Georges Ramié, alfareros que dirigían el taller de Madoura y quienes le introdujeron en el mundo de la cerámica.
Inspirado por la práctica cerámica local y el entorno en Vallauris, Picasso incorporó elementos recuperados de sus paseos por el pueblo y los patios de los talleres de alfareros. La tierra, el yeso y fragmentos de cerámica encontraron un nuevo propósito en sus composiciones escultóricas.
En este contexto surgió La cabra (1950), una escultura emblemática que expresa la evolución en su arte escultórico. Estática y congelada, esta obra muestra la capacidad de Picasso para transformar materiales simples y cotidianos en una forma artística poderosa y cargada de simbolismo. Para crear la obra, Picasso utilizó una variedad de materiales, desde un cesto que se convierte en vientre, una hoja de palmera transformada en espalda, botellas que sugieren ubres y alambres que hacen de patas.
La presencia de la cabra en la obra de Picasso se consolidó en ese momento y pocos años después, en 1956, recibió de su esposa Jacqueline una cabrita a la que llamó Esmeralda.
Fuentes:
Musée national-Picasso París: https://www.museepicassoparis.fr/fr/la-chevre