Bitácora Gitana 2.0: Picasso y los gitanos

Picasso bailando con Manitas de Plata, 1964; Pablo Picasso, Bailadora Flamenca, 1901;Pablo Picasso, Bailadoras Flamencas, 1898
(Izquierda a derecha) Lucien Clergue, Picasso bailando con Manitas de Plata, 1964; Pablo Picasso, Bailadora Flamenca, 1901;Pablo Picasso, Bailadoras Flamencas, 1898
© Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2023

El 8 de abril, Día del Pueblo Gitano, coincide con el fallecimiento de Pablo Picasso. La profesora Dolores Vargas en en Bitácora Gitana 2.0 desarrolla la relación del genio de Málaga con el Pueblo Gitano.

¡Opre Roma!

El próximo 8 de abril se conmemora el cincuenta aniversario del fallecimiento de Pablo Ruiz Picasso. A lo largo de todo el año se organizarán distintas actividades tanto en ciudades europeas y norteamericanas para poner de manifiesto su legadoLa Celebración  Picasso 1973-2023 gira en torno a unas cincuenta exposiciones y eventos principalmente en España y Francia. También, ese mismo día, se celebra desde 1971, el Día Internacional del Pueblo Gitano, fecha en la que se instituyó la bandera y el himno gitano.

El artista malagueño, desde su infancia, tuvo una estrecha relación con los gitanos. Picasso se enorgullecía contando que en su niñez solía frecuentar y relacionarse con los gitanos que vivían en la zona colindante a la fortaleza musulmana de la Alcazaba de Málaga, en el llamado barrio del Chupa y Tira o Mundo Nuevo. John Richardson, uno de los biógrafos más importantes del artista malagueño, narra como ellos le habían enseñado a amar el cante jondo y a bailar flamenco. Los gitanos me enseñaron infinidad de trucos, solía decir misteriosamente[1].

El mundo del flamenco le fascinó durante toda su vida, sentía algo especial al escuchar los sones de la guitarra, el cante o disfrutar de la contemplación de la majestuosidad del baile. Se sentía orgulloso de esa herencia adquirida durante su infancia. Experimentaba una intensa emoción por el mundo de los toros y una gran sensibilidad por “lo jondo”. Lo hondo, lo interior. Se trata del peculiar adjetivo para describir el sentimiento en el flamenco; a esas letras que muestran la vida, cantar en la pena y en la alegría: se canta lo que se pierde, como recoge Arrebola en la manera tan singular de exteriorizar el arte en el mundo del Flamenco [2]

En 1896 comenzó a dibujar escenas de interior con bailarinas acompañadas por un guitarrista o por un pianista perfectamente ubicado al pie del escenario, en un plano inferior al de las danzarinas, recreando la fiesta aderezada de cante y baile, la denominada juerga flamenca. Se suceden dibujos de ejecución rápida inspirados en los interiores de los cafés cantantes, locales de moda donde se podía disfrutar del Flamenco junto con espectáculo de variedades. Las bailaoras protagonizan estas composiciones.

En el periodo de 1897-1898 fue alumno de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid; de este periodo es el dibujo donde Picasso recreó una escena protagonizada por dos bailaoras flamencas dispuestas en el espacio de una manera singular. En el ángulo inferior izquierdo está ocupado por el cuadro flamenco, es decir, por el acompañamiento de las bailaoras. Tres sonrientes perfiles femeninos sentados muy bien definidos dirigen su mirada hacia el frente donde deberían estar las bailaoras, que en este caso ocupan la zona superior del papel. Normalmente en los cafés conciertos las actuaciones se representaban sobre el tablao o escenario, notablemente elevado del público para su óptimo visionado. Junto a las mujeres sentadas se coloca en la misma posición el guitarrista del que podemos observar su entristecido y cansado semblante. Junto a él, otra figura femenina con el rostro parcialmente oculto por el mástil de la guitarra.

Las bailaoras (mostrada en la portada) se encuentran enfrentadas con uno de sus brazos alzados, codo con codo y falda recogida sobre las sinuosas caderas. Picasso quiere experimentar y así se lo hace saber a su amigo Joaquín Bas en una carta enviada en el mes de noviembre de 1897 donde le comenta las correcciones que le hace el profesor Moreno Carbonero, también amigo de la familia y con las que no está para nada de acuerdo: …el señor Moreno Carbonero me dijo las otras noches en la clase del natural de donde es profesor, que la figura que estaba haciendo está muy bien de proporciones y de dibujo, pero que debía de dibujar con líneas rectas…es decir, que lo que tiene uno que hacer es una caja para embalar una figura. Parece mentira que se digan tantas tonterías… y yo te diré por qué es el que dibuja mejor: porque se fue a París…[3] En esta etapa tiene bien claro su manera de proceder ante una composición, rechazando las indicaciones de trabajar con líneas rectas, quiere experimentar con trazos curvilíneos traducidos en las formas adquiridas de las bailaoras flamencas.

CAFÉ CONCIERTO, 1900
Pablo Picasso, Café Concierto, 1900

 

En el dibujo Café Concierto realizado en Barcelona en 1900, el artista recogió una escena típica del café cantante de la época. Una vez más la protagonista de la composición es una bailaora en plena actuación, que ha sido captada en unos de los momentos de la ejecución de su baile, traducido en el sinuoso trazo utilizado para recoger el movimiento y cimbreo de caderas de la artista. La vigorosidad del momento se refuerza por la figura del expresivo cantaor que acompaña la secuencia con los sones de su voz. El ambiente festivo y de diversión es perfectamente captado por los restantes personajes que forman la escena. Éstos se encuentran distribuidos entre los palcos laterales, divididos en dos plantas y los que ocupan las mesas repartidas al pie del tablao, centrando su atención en el escenario. No cabe duda que la fuerza estética y plástica de un cuadro flamenco en escena ha atraído la atención de numerosos artistas, no solo españoles sino extranjeros seducidos por lo exótico y pintoresco de la secuencia.

De vuelta a  Madrid por segunda vez y junto a su amigo escritor Francisco A. Soler crean la revista Arte joven. El dibujo de la Bailaora flamenca (mostrada en la portada) aparece en las páginas interiores del número preliminar de la revista, con fecha de 10 de marzo de 1901. El artista quiso identificar la figura femenina con el instrumento musical de la guitarra, como de hecho investigará plenamente en su etapa cubista. La silueta de mujer envuelta en el movimiento implícito del baile es equiparada metafóricamente con la pasional guitarra.

Cuando Picasso decidió establecerse en París en 1903 compartió su estudio del Bateau Lavoir en Montmartre con el guitarrista gitano Fabián de Castro Heredia que residía allí tras haber realizado una gira por Rusia. Fabían había compartido cuadro flamenco con bailaoras como Juana Vargas, la Macarrona, de la que Picasso también realizó un bello dibujo.

En el periodo que residieron juntos, las veladas solían amenizarse con la guitarra de Fabián de Castro en las que Picasso participaba de manera activa dando palmas y arrancándose con unos de sus bailes flamencos[4]

Durante los primeros años del siglo XX, París se convirtió en uno de los lugares donde se podía disfrutar del Flamenco. Cenas organizadas por los marchantes de arte o por los propios pintores como Zuloaga, en las que los artistas gitanos protagonizaban dichas reuniones.

En las obras cubistas picassianas, los sones de sus personales guitarras resuenan con identidad propia.

Durante su visita a Madrid en 1917 junto con los Ballets Rusos, Picasso vio bailar a Pastora Imperio. Y en 1921 tuvo la oportunidad de compartir con artistas flamencos durante la preparación del Ballet Ruso Cuadro Flamenco. La vistosidad de los trajes por sus alegres colores y llevados en este caso por auténticos gitanos fue novedoso en la época. La iconografía del Flamenco y el contacto con sus artistas  estuvo presente siempre en su obra.

Singular es la manera de trasladar la temática del Flamenco a su obra en la composición Mujer tendida en la playa de 1932, a partir de una bota de bailaor. El propio artista reconocía cómo la creación le superaba: la pintura es más fuerte que yo, me obliga a hacer lo que ella quiere[5]. La creatividad como una aventura dinámica con su propio ritmo e impulso.

La iconografía representada en la serie es de difícil compresión para el espectador. La mujer se compone de tres elementos superpuestos, donde las formas parecen flotar en el espacio. El elemento central de la composición representa unas gruesas piernas unidas, en cuyos extremos se encuentran sendos calzados de tacón, con las puntas hacia abajo, una postura imposible. La silueta del zapato de la izquierda es femenina, cuyo tacón es más estilizado, estilo carrete (más estrecho en el centro para volver a ensancharse en la base). Mientras que el de la derecha es una bota de bailaor de flamenco, cuyo tacón se encuentra alineado con la base de la caseta y el techo inclinado de la misma con la diagonal invisible que une la esquina inferior izquierda del lienzo con la superior derecha. El artista malagueño quiso imponer su identidad, españolizando la composición no sólo con la iconografía de la bota de flamenco sino también con el movimiento imprimido a la obra. Picasso trasladó hasta el lienzo, una vez más, sus vivencias y pasiones  a través de la bota de bailaor, denotando su gusto por el flamenco y dejando constancia de su procedencia española.

mujer tendida
Pablo Picasso, Mujer tendida en la playa, 1932

 

Picasso solo necesitaba un clima propicio y cierta comunicación gestual para ser partícipe activo de una danza improvisada en la mayoría de las ocasiones, pero no por ello menos sentida y vibrante. Durante el primer encuentro producido entre el artista y el guitarrista Manitas de Plata [6] en el hotel Fórum de la ciudad de Arlés, en marzo de 1964, Picasso nada más verlo actuar, sintió un acercamiento especial hacia el virtuoso guitarrista, considerado el sucesor de Django Reihardt, rey de la guitarra gitana. De hecho en una fotografía realizada por Lucien Clergue podemos observar como ambos danzan alegremente envueltos en un ambiente distendido. La música y la pintura unidas por la danza. Otro encuentro con el guitarrista y su grupo se produjo en el mes de septiembre de 1969, en la residencia de Picasso, Notre Dame de Vie en Mougins. Su carácter alegre y comunicativo lo convertían en el alma de la fiesta.

picasso baila
Lucien Clergue, Picasso bailando con Manitas de Plata, 1964

 

En los archivos del Museo Picasso de París, hemos podido comprobar que el artista conservaba una tarjeta postal donde aparece una gitana con una pandereta en su mano derecha. Mira directamente a la cámara que ha captado el momento donde alza su brazo con el instrumento que le acompaña en sus actuaciones ante el público. No se trata en este caso de una recreación ideal de la etnia gitana, tan representada por los viajeros románticos, sino de una auténtica zíngara con harapientos ropajes y descalza. 

El arte nos permite identificarnos con lo observado y en ello radica el deleite de la obra de arte en sí. La creación nunca tuvo límites, envuelta ésta en un eterno ritmo y movimiento, sin ataduras ni convencionalismos, de una manera libre, activa y viva.

A lo largo de toda su vida, Picasso sintió una gran admiración hacia el pueblo gitano como poseedor de un arte innato y fuente de inspiración, que alimentaba su creatividad. A través de sus dibujos percibimos aspectos sensoriales, estéticos, iconográficos y técnicos, por los que nos adentramos en la intimidad del artista.

 

Fuentes: 

[1] RICHARDSON, J. (1995) Picasso, una biografía, 1881-1906, Alianza editorial, vol. I, p. 27.

[2] ARREBOLA A. (1986) El sentido flamenco en Falla y Picasso, Universidad de Málaga.

[3] RICHARDSON, J., 1995, op. cit., p. 92.

[4] Opus cit, RICHARDSON, pág. 302

[5] Ibídem, Picasso fechó esta anotación en uno de sus cuadernos fechado el 27.3.63, p. 21.

[6] Ricardo Baliardo, conocido como Manitas de Plata, nació en Séte, Francia el 7 de agosto de 1921. Se dio a conocer tras participar en la romería gitana de Saintes Maries de la Mer en Camarga, en el sur de Francia. Su fama atravesó fronteras. Gracias a una exposición fotográfica de Lucien Clergue con instantáneas suyas fue muy reconocido en Nueva York.

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