182 x 216 cm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
© Sucesión Picasso, VEGAP, Madrid, 2023
Pablo Picasso nunca practicó una actividad deportiva en particular de forma constante. Sin embargo, la amplia representación del ejercicio físico y el juego en sus obras permite estudiar su arte desde esta perspectiva concreta.
El cuerpo y el movimiento están presentes en la obra del malagueño desde su infancia en su ciudad natal hasta sus últimos días en Francia. Gracias a esta representación extensiva, a través de su obra se puede trazar el nacimiento y la evolución del deporte contemporáneo con la aparición del fenómeno deportivo de masas de actividades físicas como el fútbol.
En sus inicios en Málaga, algunas de sus obras como El Picador (1889-1890) y Algunos Croquis (1891) ya desvelan prácticas deportivas como el toreo y la esgrima, respectivamente.
Más adelante, en Barcelona, entra en contacto con la élite cultural de la ciudad que solía encontrarse en la cervecería Els Quatre Gats y tomo contacto con los deportes que practicaban. Picasso no sintió ningún deseo de tomar parte en estos ejercicios, pero sí le resultó atractiva su representación artística. Un ejemplo de ello es la obra Ramón Casas y Pere Romeu en un tándem (1897), que acabó decorando una de las paredes principales de su lugar de encuentro.
A partir de entonces, Picasso se familiarizó con esta temática y la amplificó. Entre los deportes que sedujeron su obra destacan el boxeo en El Boxeador (1900), los Bolos (1903-1904), las piruetas de El acróbata (1930), o la natación, que representa en La nageuse (1934) y la danza en La danza (1956), entre muchos otros.
La única vez que el artista se representó a sí mismo con ropa deportiva fue en Autorretrato (s.f), donde se dibujó con unos pantalones de montar en bicicleta, pero todo parece indicar que fue por moda.
Fuente:
Junta de Andalucía: Aproximación a la obra de Picasso a través de la representación del ejercicio físico. De Málaga a Guernica