El Museo de Málaga dedica la primera gran monográfica en España a su faceta escultórica.
Picasso fue un titán dela pintura. Pero la pintura no fue la única de sus preocupaciones. Pese a que no tenía formación como escultor, realizó esculturas prácticamente desde el comienzo de su carrera, aunque nunca vendió ninguna y las mantuvo siempre cerca de si, como si fueran parte de su familia. Y solo cuando ya había cumplido 85 años accedió a mostrarlas en una exposición celebrada en el Petit Palais de París en 1966.
Algunas de aquellas obras con las que convivió y que luego pasaron a formar parte de las colecciones de la familia y del Musée Picasso de París han viajado hasta Málaga para formar parte de la asombrosa Picasso escultor. Materia y cuerpo, la primera gran muestra que puede verse en España dedicada exclusivamente a una disciplina en la que el artista se movió con total libertad. Un espacio para la experimentación que, desde su condición de autodidacta, le permitía llevar a cabo un ejercicio de alto riesgo e ir mucho más allá de lo que le permitían los pinceles. Suena raro e incluso puede parecer exagerado a estas alturas, pero el que ahora vemos en el Museo Picasso Málaga es un nuevo Picasso por descubrir. Un Picasso que es más él mismo en tres dimensiones.
Se calcula que a lo largo de su vida realizó unas 700 esculturas (frente a 4.500 cuadros)y aquí se han reunido sesenta obras, todas ellas centradas en la figura humana. ¿Por qué quiso mantenerlas siempre en el ámbito de lo privado? “Seguramente se sintió herido cuando fue rechazada su propuesta de monumento a Apollinaire, porque no entendieron su escultura, él no era un escultor tradicional y quería ser libre, así que acabó convirtiéndola en una actividad privada. Las hacía para él”, señala Carmen Giménez, la comisaria de la muestra y primera directora del museo malagueño, en cuya creación, de la que ahora se cumplen veinte años, tuvo un papel determinante junto a otras dos mujeres, Christin Ruiz-Picasso y Carmen Calvo.
Giménez se refiere a las duras críticas que recibió su propuesta para el monumento funerario a su amigo Apollinaire, que, inspirándose en su relato El poeta asesinado, proyectó una escultura de alambre, como si se tratara de un dibujo en el espacio hecho de líneas y vacío. A Picasso, que ya era toda una estrella, le debió parecer insoportable –y le dejó huella– que calificaran su obra como una “cosa bizarra, monstruosa, loca, incomprensible,casi obscena”,en palabras del escritor André Billy.
Picasso escultor.Materia y cuerpo(hasta el 10 de septiembre),que luego viajará al Guggenheim Bilbao en una versión aumentada, forma parte dela Celebración Picasso y está llena de préstamos, que difícilmente podrán volver a reunirse. Las obras recorren seis décadas de reinvención constante, como si se tratara de la trayectoria de un mago, desde la cubista Cabeza de mujer (Fernande), de 1909, realizada tras su estancia en Horta de Sant Joan y modelada en barro en el estudio parisino de Manolo Hugué, hasta la maqueta de la que sería su última y –más monumental– escultura, creada en 1964 para la plaza del Daley Center de Chicago. El artista nunca llegó a verla, pero marcó el final de su tiempo como escultor. Picasso somete todo tipo de materiales y no hay idea que no sea capaz de materializar: unos tornillos se convierten en las piernas de una niña que lee, la nariz de una mujer se transforma en un falo y con unas humildes tablillas de madera compone una maravillosa familia de seres que parecen vivos. Modela ojos contemplativos o furiosos, manos, objetos casi pornográficos, mujeres tumbadas con el cuerpo hecho un amasijo sensual, seres filiformes que recuerdan a Giacometti y audaces planchas de metal. Hay mucho que ver y nada, incluso lo más humilde, parece trivial.