El Metropolitan de Nueva York reúne los paneles cubistas decorativos que le encargaron al genio español para una casa en la ciudad
Hubo una vez que Pablo Picasso no era nadie en Nueva York.
Cuesta creer, desde la perspectiva del siglo XXI, cuando sus cuadros están entre los récords en las subastas y, quien más quien menos, lo considera uno de los más grandes genios de la pintura.
La primera muestra de Picasso en la Gran Manzana fracasó e incluso el Met se negó a comprar obras
Pero así fue. En Europa ya gozaba de fama y en Estados Unidos pasaban del malagueño aún no universal. No interesaba ni a las pinacotecas de referencia a las que se les supone el afán por descubrir a nuevos valores.
¿Picasso?, no gracias, respondieron en el Metropolitan Museum (Met) neoyorquino.
La introducción en EE.UU. del pintor se produjo en mayo de 1910 gracias a un artículo de un diario de arquitectura.
A partir de ahí, Alfred Stieglitz, fotógrafo y promotor de arte, montó en su galería de la Gran Manzana la primera exposición dedicada a Picasso, para la que el propio artista seleccionó los 83 dibujos y acuarelas que se presentaron. Puso mucho énfasis en el cubismo.
Cuentan que, pese a la buena cobertura de la prensa local y una asistencia notable, las ventas fueron pobres: solo salieron dos de las obras y uno de los compradores resultó ser el organizador. Stieglitz incluso ofreció al Met adquirir todos los contenidos, oferta que declinó.
“La vida y la historia es así. Al principio la gente no quería la modernidad ni la contemporaneidad. Que triunfe hoy le da sentido a la voluntad de los artistas más jóvenes, que hacen lo que tienen que hacer para que evolucionen las cosas”, responde Bernard Ruiz-Picasso, nieto del hoy reverenciado maestro.
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